viernes, 7 de agosto de 2009

ATAQUE DE PANICO

Fernando González G.
Un ataque de pánico es una angustiante oleada de miedo que aparece de manera repentina, brusca y sin razón aparente; las mujeres son las más afectadas, en una relación de 2 a 1; su origen se relaciona con depresión y estrés, así como con la falta de algunas sustancias neurotransmisoras en el cerebro.
La sociedad establece convencionalismos para todo y, en el caso del miedo, por ejemplo, se piensa que es normal asustarse ante un asalto o robo, incendio o terremoto; es decir, escenarios que responden a una causa palpable o tangible.
No ocurre lo mismo cuando alguien tiene temor de entrar en un elevador o abordar un avión, es decir, parece incomprensible que un individuo sienta miedo al atravesar un puente o que una persona que conduce perfectamente su auto en la ciudad sea incapaz de hacerlo en carretera.
Sin embargo, hay que entender que esta clase de personas son incapaces de sobreponerse a estos eventos y que, lejos de juzgarlas severamente, se les debe comprender y recomendarles que busquen la ayuda de un psiquiatra. Así, es conveniente saber que, de acuerdo a los criterios para diagnosticar los trastornos mentales de la Asociación Psiquiátrica Americana, un ataque de pánico es la aparición temporal y aislada de miedo o malestar intensos, que inicia bruscamente y alcanza su máxima expresión durante los primeros 10 minutos, y está acompañado de cuatro ó más de los siguientes síntomas:
• Palpitaciones o elevación de la frecuencia cardiaca.
• Sudoración.
• Temblores.
• Sensación de ahogo o falta de aliento.
• Percepción de que un objeto obstruye la garganta.
• Opresión o malestar torácico.
• Náuseas o molestias abdominales.
• Inestabilidad, mareo o desmayo.
• Pensar que lo que ocurre es irreal.
• Miedo a perder el control, volverse loco o tener miedo a morir.
• Sensación de entumecimiento u hormigueo (parestesias).
• Escalofríos o sofocaciones.
Miedo, sin causa aparente
Típicamente, dichos ataques ocurren en forma espontánea y en cualquier momento, incluso durante el sueño, y dado que no se puede predecir cuándo se presentarán, muchas personas viven en un estado de preocupación continua temiendo que puedan sufrir otro ataque en cualquier momento.
La mayoría de estos episodios duran sólo unos minutos (10, si se prolongan) y, en casos muy raros, hasta una hora. Sin embargo, sea cual sea el caso, al paciente le parece que se trata de una eternidad.
Ahora bien, algunas veces los síntomas de este desajuste emocional hacen pensar a la persona que su vida corre peligro, a tal grado que cree que está teniendo un ataque al corazón, padeciendo un problema respiratorio o gastrointestinal, o bien, un trastorno neurológico, es decir, tiene miedo de estar perdiendo el control o convirtiéndose en psicótico.
Asimismo, es común que el enfermo manifieste intensa ansiedad entre cada uno de los episodios, por lo que no resulta extraño que se desarrollen fobias acerca de los lugares en los que se produjeron dichos ataques, como supermercados, gasolineras o aviones, entre otros.
Cifras y repercusiones
Diversos estudios señalan que los trastornos de pánico suelen atacar a jóvenes menores de 24 años, que la relación es de 2 a 1 en comparación a las mujeres y que aproximadamente 2% de la población adulta sufre este desequilibrio.
Igualmente, se sabe que dicha patología puede relacionarse con otros padecimientos, en su mayoría depresión y consumo de ciertas sustancias; aproximadamente 30% de los enfermos abusan del alcohol, y 17% de drogas como cocaína y marihuana, como consecuencia de intentos sin éxito para reducir la angustia causada por su enfermedad. Por ello, el psiquiatra deberá diagnosticar si hay padecimientos complementarios y atacar el problema en forma integral.
Es fundamental que se considere que los ataques de pánico repetidos pueden tener efecto devastador sobre la persona que los padece. Por ello, es necesario que se tenga en cuenta la importancia del tratamiento:
• Si no se tiene la atención médica necesaria, el paciente puede seguir manifestando ataques de pánico durante años, lo cual puede llegar a interferir seriamente en sus relaciones familiares y laborales.
• Su modo de vida queda dramáticamente restringido porque, por ejemplo, la persona puede comenzar a eludir aquellas situaciones en las que cree que podría sufrir un ataque de pánico, lo que podría abarcar actividades perfectamente normales y cotidianas, como ir al supermercado e, incluso, conducir su auto. En casos extremos, la persona que padece ataques de pánico y no recibe tratamiento, podría tener miedo a salir de su casa.
• Algunas personas limitan su productividad laboral, ya que los síntomas pueden impedir que realicen viajes de negocios, o que sean incapaces de permanecer en el lugar visitado. Igualmente, es posible que rechacen ascensos o tareas laborales porque ello aumentaría sus posibilidades de sufrir un ataque de pánico; otros más renuncian y hay quienes sólo abandonan su casa para ir a trabajar; es evidente que no realizan ninguna otra actividad social.
• Muchos individuos sufren depresión y piensan en el suicidio; otros buscan reducir los síntomas del pánico mediante el consumo de alcohol u otras drogas.
Tratamiento
Los expertos creen que este tipo de patología se relaciona con cierto desorden cerebral, es decir, con un desequilibrio de algunas sustancias neurotransmisoras, entre ellas la serotonina, la cual está implicada en la regulación de la temperatura, percepción sensorial y en proporcionar al organismo sensaciones placenteras.
Químicamente hablando, la falta de serotonina es una de las evidencias de un proceso depresivo, sea éste menor o mayor, que es muy común en personas que sufren ataques de pánico; es por ello que el psiquiatra recomendará un antidepresivo que regule la presencia de dicha sustancia, lo cual se complementará en muchos casos con un ansiolítico (medicamento para combatir la ansiedad).
Además, el tratamiento podría incluir sesiones de psicoterapia cognitiva-conductual (TCC), que enseña a las personas a enfrentarse a los ataques de pánico de una manera diferente. La mayoría de los pacientes presentan progresos significativos después de algunas semanas de terapia, aunque en ciertos casos puede requerirse un tratamiento más largo, porque son comunes las recaídas.
Cómo funciona la terapia
El método cognitivo-conductual enseña a la gente a anticipar y a autoprepararse para hacer frente a las situaciones y sensaciones corporales que podrían desencadenar un ataque de pánico. Generalmente, la TCC incluye los tres elementos siguientes:
• El terapeuta ayuda a la persona a identificar los modelos de pensamiento que le inducen a interpretar erróneamente ciertas sensaciones y a asumir que está ocurriendo lo peor. Estos modelos de pensamiento están profundamente arraigados, y se requiere práctica para detectarlos y después modificarlos.
• El experto puede enseñar al paciente ejercicios respiratorios que le tranquilicen y que pueden evitar la hiperventilación (respiración excesivamente rápida) que suele tener lugar durante un ataque de pánico.
• El psiquiatra puede ayudar a la persona a hacerse cada vez menos sensible a las sensaciones corporales alarmantes y a los sentimientos de terror. Esto se consigue promoviendo que la persona se pruebe a sí misma, poco a poco y de forma segura, en los lugares y situaciones que ha estado rehuyendo.
Por otro lado, hay que decir que existen especialistas en salud mental que utilizan el psicoanálisis para sanar esta patología, lo cual ayuda al enfermo a descubrir las causas de su malestar por sí mismo y, después, cuando concientiza lo que le genera angustia o ansiedad, trata de enfrentar la situación. Claro está que mientras esto ocurre el médico ofrecerá tratamiento farmacológico que impida que el paciente tenga los síntomas antes descritos.
Finalmente, habría que decir que ésta, como muchas otras enfermedades de orden mental, ha sido estudiada de tal forma que ya se cuenta con soluciones reales que permiten que el enfermo recobre su calidad de vida.

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