sábado, 15 de agosto de 2009

SOBRE LA REALIDAD

Si deseas entrar en contacto con la realidad de una cosa, lo primero que tienes que comprender es que toda idea deforma la realidad y constituye un obstáculo para ver dicha realidad. La idea no es la realidad: la idea "vino" no es el vino; la idea "mujer" no es esa determinada mujer. Si de veras quieres entrar en contacto con la realidad de esa mujer, debes dejar de lado tu idea de la mujer y tener la experiencia de ella en su singularidad concreta y en su unicidad. Por desgracia, la mayoría de las personas no se toman, la mayoría de las veces, la molestia de ver este tipo de cosas en su singularidad, se limitan a ver las palabras o las ideas, pero sin mirar nunca con ojos de niño esa realidad concreta, única, viva y con plumas que se mueve ahí mismo, delante de ellos; lo único que ven es un gorrión. Nunca ven el maravilloso prodigio de ese ser humano único que tienen ante sí; tan sólo ven a una mujer campesina hindú, por ejemplo. La idea, por consiguiente, es un obstáculo para percibir la realidad.
Pero hay otro obstáculo a la percepción de la realidad: el juicio. Tal cosa o persona es buena o mala, fea o hermosa. Ya es suficiente obstáculo, a la hora de fijarse en esa persona concreta, el tener la idea de "hindú", de "mujer" o de "campesina". Pero, encima, ahora añado un juicio y digo: "es buena" o "es mala"; "es guapa y atractiva" o "es fea y poco atractiva". Lo cual me impide verla, porque no es ni buena ni mala. Es "ella", en toda su singularidad. El cocodrilo y el tigre no son ni buenos ni malos; son cocodrilo y tigre. "Bueno" y "malo" dicen relación a algo exterior a ellos. En la medida en que convienen a mi propósito, o son gratos a mis ojos, o me son útiles, o constituyen para mí una amenaza, en esa medida les llamo "buenos" o "malos".
Piensa ahora en ti mismo cuando alguien dice de ti que eres "bueno" o "atractivo" o "guapo". Una de dos: o bien te muestras duro y displicente, porque en realidad te consideras malo, y te dices a ti mismo que, si el otro te conociera tal como eres, no diría que eres bueno; o bien aceptas las palabras de esa otra persona y te crees de veras que eres bueno, y hasta te hace ilusión el cumplido. En ambos casos te equivocas, porque no eres ni bueno ni malo. Tú eres tú. Si te dejas influir por los juicios de quienes te rodean, estarás siempre acumulando tensión, inseguridad y preocupación, porque, del mismo modo que hoy te llaman "bueno", y ello te alegra, mañana pueden llamarte "malo". y te deprimirás. Por eso, la reacción apropiada y correcta, cuando alguien dice que eres "bueno", consiste en decir: "Esta persona, dada su actual percepción y talante, me ve bueno, lo cual no dice nada acerca de mí. Otro en su lugar, y con su propia manera de ser y de percibir las cosas, me vería malo, lo cual tampoco diría nada acerca de mí".
¡Con qué facilidad nos dejamos engañar por el juicio de los demás y nos formamos una imagen de nosotros mismos basada en ese juicio...! Para liberarte de verdad necesitas escuchar las cosas buenas y malas que ellos quieran contarte, pero no has de reaccionar con mayor emoción que la que manifiesta un ordenador cuando le introducen los datos. Y es que lo que ellos digan acerca de ti revela mucho más sobre ellos mismos que sobre tu persona.
En realidad, también tienes que ser consciente de los juicios que tú hagas acerca de ti mismo, porque incluso éstos se basan, por lo general, en los sistemas de valores de las personas que te rodean. Si juzgas, condenas o apruebas, ¿acaso ves la realidad? Si contemplas algo a través del prisma del juicio, de la aprobación o de la condena, ¿no es ése el principal obstáculo para comprender y observar las cosas tal como son? Cuenta hasta diez cuando una persona te diga que eres alguien muy especial para ella; si aceptas el cumplido, empezarás a acumular tensión. ¿Para qué quieres ser especial para alguien y someterte a semejante clase de juicio aprobatorio? ¿Por qué no contentarte simplemente con ser tú mismo?
Cuando una persona te haga saber lo especial que eres para ella, todo lo más que puedes decir es: "Esta persona, dados sus gustos y necesidades, sus instintos, sus apetencias y sus proyecciones, siente una especial atracción hacia mí, lo cual no dice nada acerca de mí como persona. Otros muchos me encontrarán absolutamente vulgar, y ello tampoco dice nada acerca de mí como persona". En el momento en que aceptes el cumplido y te complazcas en él, habrás dado a esa persona el control sobre ti. Temerás constantemente que conozca a otra persona que le resulte muy especial y te haga perder la posición de privilegio que ocupas en su vida. Consiguientemente, te pasarás la vida bailando al son que ella quiera tocar y respondiendo a sus expectativas, con lo cual habrás perdido tu libertad. En suma, habrás conseguido depender de ella para ser feliz, porque has hecho que tu felicidad dependa del juicio de ella acerca de ti.
Por si fuera poco, aún puedes empeorar las cosas poniéndote a buscar a otras personas que te digan lo especial que eres para ellas e invirtiendo un montón de tiempo y de energías en asegurarte de que nunca van a cambiar esa imagen que tienen de ti. ¡Qué forma de vivir más agotadora...! De pronto, el miedo hace acto de presencia en tu vida; miedo a que se destruya tu imagen. Pero, si lo que buscas es la audacia y la libertad, tienes que deshacerte de ese miedo. ¿Cómo? Negándote a tomar en serio a cualquiera que te diga lo especial que eres para él. Las palabras "Tú eres algo muy especial para mí" tan sólo dicen algo acerca de mi actual disposición con respecto a ti, de mis gustos de mi actual estado de ánimo y de la fase evolutiva en que me encuentro. No dicen otra cosa. Acéptalas, pues, como un simple dato y no te alegres por ellas. Lo que puede alegrarte es mi compañía no mi cumplido; mi actual interacción contigo, no mi elogio. Y, si eres juicioso, me animarás a descubrir a otras personas igualmente especiales, para no verte nunca tentado de aferrarte a esa imagen que yo tengo de ti. No es dicha imagen la que ha de procurarte gozo y contento, porque eres consciente de que la imagen que yo tengo de ti puede cambiar muy fácilmente. Lo que has de disfrutar, pues, es el momento presente, porque, si te complaces en la imagen que yo tengo de ti, entonces te tendré controlado, y te dará miedo ser tú mismo, por temor a hacerme daño; te dará miedo decirme la verdad y hacer cualquier cosa que pueda deteriorar la imagen que yo tengo de ti.
Aplícalo ahora a cualquier imagen que la gente tenga de ti y que te haga ver que eres un genio, un sabio, un santo o algo parecido; siéntete halagado, y en ese momento habrás perdido tu libertad, porque en adelante no dejarás de esforzarte por conseguir que no cambien de opinión. Temerás cometer errores, ser tú mismo, hacer o decir cualquier cosa que pueda dañar dicha imagen. Habrás perdido la libertad de ponerte en ridículo, de ser objeto de bromas y chanzas, de hacer y decir lo que a ti te parezca, en lugar de lo que parece encajar con la imagen que los demás tienen de ti. ¿Cómo se acaba con esto? A base de muchas horas de paciente estudio, concienciación y observación de lo que tan estúpida imagen te proporciona: una emoción mezclada de inseguridad, falta de libertad y sufrimiento. Si logras ver esto con claridad, te desaparecerán las ganas de ser especial para nadie o de que nadie te tenga en una elevada consideración, no temerás andar con pecadores y personajes de dudosa reputación y harás y dirás lo que te plazca, sin importarte lo que la gente piense de ti. Conseguirás ser tan falto de auto-conciencia como los pájaros y las flores, demasiado ocupados en la tarea de vivir como para preocuparse lo más mínimo de lo que los demás puedan pensar de ellos y de si son o dejan de ser algo especial para otros. Y, al fin, lograrás ser libre y audaz.

:::UNA LLAMADA AL AMOR:::

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